París no te juzga. De pigalle puedes subir a Montmartre, Picasso, Van Gogh, pisos amueblados, varios hoteles a discreción de las tormentas de la vida. Puedes empezar a amar esta ciudad. Te puede gustar mucho París, la ciudad del millones de personas, quienes van elaborando sus trayectorias anónimas y efímeras independientemente de su país de origen, de su lengua, de su religión.
Vas a llegar a amar sus terrazas, sus teatros, museos, salas de conciertos de las que pueden estar orgullosos de visitar.